Cruzamos una mirada intensa a lo lejos. Casi que desafiante. Era como si me estuviera pidiendo que corriera, que saltara, que dé todo para alcanzar mi objetivo. Se estaba yendo, por lo que tenía que actuar rápido.
Lo hago o no? La verguenza siempre es un dealbreaker acá, porque una vez que entre en ese juego, y empieze a transpirar y a ponerme nervioso, ya está, la cagué. Es todo un tema de confianza ahora que pienso, porque estoy seguro que si fuera más fachero y estuviera más en forma, no lo hubiera dudado ni medio segundo.
Pero acá estoy como un nabo, dudando. Y se está yendo. Se está yendo, y se me va. Arranco a correr y la gente me empieza a ver, algunos se quedan viéndome, otros hacen una sonrisa burlona. Me chupa un huevo, ahora que entré en esta, ya nadie me para, cuántas veces tengo esta oportunidad? Cómo cada media hora. El conductor del 104 me ve corriendo al lado de su ómnibus riéndose, seguramente pensando "Jaja, no es por nada que dicen que la vida pasa el 104 no, gil!".
Fue realmente vertiginoso, esquivo un repartidor de folletos de cabarets por acá, y un barrendero por allá. La situación se pareciá a un documental de National Geographic donde una gacela joven y fuerte aparece siendo perseguida por un guepardo viejo y paralítico.
Obviamente en el documental no la alcanza ni en pedo.
Se me escapa, y no doy más. Estoy por renunciar la corrida cuando veo un destello de esperanza, un destello ROJO de esperanza....
Continuará...
